Completa felicidad

"No temas en nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. " (Apocalipsis 2:10).

Cuando se nos encomienda una tarea después de haber aceptado a Jesucristo, debemos llevar fruto de la misma manera que si sembramos granos, esperamos cosechar en su tiempo. Cada fruto debe esperar estar maduro para ser cosechado; igualmente, cuando se nos encomienda una tarea, debemos esforzarnos al máximo para fielmente llevar fruto que abunde.
Dios nos ha dado Su promesa, "Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida"; asimismo, cuando somos fieles hasta el punto de la misma muerte, se nos premiará con coronas de vida. E incluso, cuando somos fieles en todo cuanto a Su casa se refiere, recibiremos coronas de oro y coronas de justicia.
Entonces, ¿cómo podemos convertirnos en obreros de Dios completamente fieles a las tareas que Él nos encomiende, manteniendo una esperanza firme del cielo?

1. Debe haber amor por Dios en nuestros corazones.

"Sé [siendo] fiel hasta la muerte" hace referencia a morir espiritualmente a nosotros mismos cada día y obedecer la Voluntad de Dios. En otras palabras, significa obedecer y vivir los mandamientos de Dios y responder a Su llamado a ser una persona que se niega a si misma para llevar adelante el Reino de Dios.
Jesús mismo nos dice en Juan 14:15 "Si me amáis, guardad mis mandamientos", y no es para nada agobiante guardar sus mandamientos.
Sin embargo, "Sé [siendo] fiel hasta la muerte" significa renunciar a la propia voluntad de uno mismo, a las satisfacciones personales y a una vida cómoda. Habrá momentos en los que no podremos descansar o comer porque será tiempo de ayuno, oración y amargo lamento por las almas. Uno debe trabajar arduamente para el Reino de Dios, y estar dispuesto a ser sujeto de aflicción y persecución injusta. No es un camino fácil pero sí es posible transitarlo en el gozo del amor hacia Dios.
Más que cualquier otro, el Apóstol Pablo trabajó duramente y fue sujeto a persecución mientras divulgaba el Evangelio. Aún así, como confesaba en Colosenses 1:24, "Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia", Pablo se regocijaba aún cuando sufría por causa de las almas. A pesar de pasar todo tipo de amenazas y peligros, Pablo no se dejó vencer por el miedo y murió la muerte de un mártir. Más aún, como leemos en 1 Juan 4:18, "En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor", nuestro amor por Dios hecha fuera todo temor.
Como Pastor General, ha habido muchas ocasiones en las que he estado muy cerca de abandonarlo todo, pero mi amor por el único Dios verdadero que hace abundar sus bendiciones y su gracia sobre mi, me ha permitido salir más que vencedor.
Una persona a la que se le encomienda una tarea de parte de Dios ha probado la gracia de Dios, quien le ha dado salvación y esperanza del cielo; la gracia de Dios lo ha librado de la aflicción de la enfermedad y las cargas de la vida; y la gracia del Espíritu Santo quien lo ha confortado y ha llenado su corazón. Incluso hasta Dios lo ha guiado por estos últimos tiempos a aprender la Providencia de la cultivación de la humanidad y lo ha preparado como a una novia con la clase de fe que por siempre se mantiene viva. Y así Dios le ha mostrado el camino a la Nueva Jerusalén, a lo mejor de todas las moradas celestiales, y hasta le ha encomendado el que le sea fiel sólo a Él. Mientras la persona más llene su corazón de amor por él y su corazón reboce, entonces podrá ser fiel.
Si una persona halla que le es difícil guardar los mandamientos de Dios, quizás lo más seguro sea que su corazón no esté lleno de amor por Él. Por lo tanto, siempre debemos recordar la gracia que nos fue dada gratuitamente; debemos amar a Dios no con un amor carnal que cambia de acuerdo a nuestros propios intereses; sino amarlo con un amor espiritual, y convertirnos en obreros fieles que no se dejan vencer por las aflicciones.

2. Debe haber Sinceridad en nuestros corazones.

Cuando Dios nos encomienda una tarea, al comienzo decimos: "Estoy tan agradecido por la salvación que me has dado; muchas gracias por confiarme esta tarea. Por amor a Dios y a los demás, me comprometo a ser fiel." Pero con el paso del tiempo y debido a muchas situaciones; sin embargo, vemos como nuestro corazón y nuestra confesión van cambiando.
Por ejemplo, cuando los demás no reconocen o valoran nuestro trabajo y más cuando hemos trabajado arduamente, nos decepcionamos y desalentamos. Cuando vemos que otros progresan más que nosotros aunque estemos en situaciones similares, o bien cuando hallan algún defecto en nosotros como obreros, nos desmotivamos. Incluso en vez de responder a cada tarea que se nos encomienda con un "Sí" y un "Amén", de repente nos encontramos llenos de celos y haciendo sólo aquello que nos puede traer algún tipo de beneficio.
Si continuamos de esa manera, terminaremos en un callejón sin salida al tratar de cumplir con la tarea que Dios nos dio. Al no poder llevar adelante el trabajo encomendado, y aunque confesando ser fiel, no llevamos fruto alguno, nos sentiremos descorazonados. Habrá momentos en que hasta lamentaremos hasta haber sido invitados a trabajar en primera instancia y querremos dejarlo todo. Todo esto se debe a que la fidelidad no fue producto de un corazón sincero, sino más bien, de un corazón que buscó la aceptación y el reconocimiento de los demás para satisfacer sus propias necesidades.
Si tenemos un amor sincero por Dios, entonces nuestro corazón no debe cambiar, y debe ser el mismo que al comienzo. Debemos regocijarnos y estar agradecidos de ser obreros de Dios; aún cuando no recibamos ningún tipo de recompensa por ello, y al contrario, nos hallemos en aflicción y ocupando lugares que jamás nadie ve. Así como encontramos en la "Parábola del Sirvo Inútil" en Lucas 17, siervo que consideró todas las aflicciones y malos tratos como "parte del trabajo". Aún cuando nos enfrentamos a nuestras propias limitaciones, no nos desanimamos, sino que buscamos a Dios en humildad reconociendo que sin Él nada podemos hacer.
Estando en medio de la tarea que Dios nos confió, puede pasarnos que nuestro corazón comience a buscar satisfacer su propio interés; en esos momentos, no debemos desalentarnos ni permitir que nuestra pasión por Dios se enfríe. Una imagen del verdadero siervo de Dios debe reflejar el profundo deseo de llevar cautivos sus pensamientos y verse la transformación. Cuando nos esforzamos cada día en cumplir con la promesa que le hicimos a Dios cuando aceptamos su tarea, nos convertiremos más rápidamente y nos será más fácil ser obreros espirituales, y siervos fieles. La fragancia de nuestro corazón será cada día más exquisita, y daremos fruto que sobreabunde. El oro puro se refina en el fuego. Y nosotros debemos esforzarnos por hacer de cada prueba que enfrentamos, una oportunidad para crear un corazón lleno de verdad y hermosura.

3. Se necesita profunda oración.

Lograr tener un corazón rebosante de amor profundo por Dios y de sinceridad necesita de profunda oración. Si nuestra vida en Cristo sólo va a significar escuchar sobre Cristo y conocer Su Palabra, entonces no va a tener sentido. Si nos está faltando amor por Dios y sinceridad, eso quiere decir que primeramente no está faltando profunda oración.
Sin importar cuánto podamos escuchar la Palabra de Dios ni cuán a menudo, cuánta gracia podamos recibir de él, sin profunda oración, se nos hará difícil vivir por la Palabra. Por consiguiente, cada vez que escuchamos la Palabra, debemos, como obreros, fervientemente ir a Dios en oración, prometiendo fidelidad para llegar a ser obreros espirituales. Por lo tanto, nuestros corazones irán transformándose en espirituales en la medida que cumplamos con la Palabra a través de la oración; y el amor de Dios podrá verse más de cerca en nuestros corazones.
Incluso, cuando como siervos oramos a Dios desde lo más profundo de nuestro ser, podemos ir confiadamente a él ya que en nuestro corazón no hay mentiras. Seremos capaces de admitir delante de Él nuestras limitaciones, y libremente consagrarnos a Dios. Es entonces cuando Dios derramará de Su gracia y Su fortaleza que nos transforma. Entonces podremos amar a Dios no sólo cuando nos sintamos llenos de su amor, sino también cuando sintamos que nuestras debilidades nos superan.
La fortaleza para cumplir con la tarea dada por Dios, no sólo surge de nuestros talentos naturales o riquezas, sino que surge de la gracia y la fuerza que se derraman sobre nosotros cuando atesoramos en nuestros corazones profundas oraciones día tras día. También cuando logramos un corazón lleno de amor y sinceridad, acabaremos por convertirnos en obreros fuertes. El sólo decir "no tengo la fuerza necesaria para cumplir con la tarea" se convierte en una mera excusa, si no se la presenta en profunda oración.

Queridos hermanos y hermanas en Cristo, así como encontramos la confesión del Apóstol Pablo en 1 Timoteo 1:12, "Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio"; de la misma manera, El Señor nos ha encomendado una tarea divina, y nosotros sólo podemos estar agradecidos que Él nos fortalece para llevarla a cabo.-
A través de su completa fidelidad, que cada uno de ustedes pueda confesar con lágrimas en sus ojos en el Día del Juicio, "Te agradezco por darme tan hermosa tarea y por permitirme llegar a un lugar hermoso y glorioso", los bendigo, en el nombre de Nuestro Señor Jesucristo.

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