Hay tiempo para todo
Existe un tiempo determinado para que una semilla pueda brotar, crecer, florecer, y luego dar frutos. Por ejemplo, el arroz se siembra en primavera y la cebada en invierno. Así mismo, hay trabajos que toman cierto tiempo para llegar a la meta deseada. Es por eso que debemos esperar sabiamente, pidiendo discernir que cosas van primero que otras para poder llevar a cabo todos los pasos necesarios. Para llevar a cabo nuestras metas también debemos tener dominio propio y paciencia. Si sembramos una semilla y unos días después la desenterramos preguntándonos porque no crece, más bien la arruinaremos. Lo mismo sucederá con las cosas que nos propongamos si nos adelantamos y nos impacientamos. Por lo tanto, cuando nos fijemos metas, primero tenemos que dar lo mejor de nosotros mismos y luego esperar pacientemente teniendo dominio propio. “Todo tiene su tiempo, y todo lo que se hace quiere debajo del cielo tiene su hora.” (Eclesiastés 3:1)